Estuvo al lado de Chiara en momentos duros, cuando la Iglesia parecía inclinarse por disolver el naciente movimiento. Allí su capacidad como jurista fue clave, porque acompañó ese proceso y soportó las dudas que nos planteaba el código de derecho canónico de ese entonces. Chiara lo aprecia aún hoy también por eso. Luego llegó el momento de embarcarse para la aventura argentina. Ni media palabra de castellano, sin plata, con algunas pocas direcciones. Era todo lo que tenía este hombre. Cruzó el charco y se instaló en Buenos Aires. Oyó que alguien nos conocía en el norte y sin más se fue allí. Y allí se hicieron las primeras mariápolis, en Sta. María de Catamarca. Con los pobres, sin otros medios que: contar lo que había encontrado. Y la gente entendía su cocoliche medio cómico.
Fue el impulsor de la editorial, "vió" sin que hubiera nada que en O'Higgins podría surgir una ciudadela. Fue un padre para muchos que hoy sienten que él es su padre espiritual. Y comprendió la necesidad de la dimensión social en estos pagos. Hizo que muchos aprendieran a pensar con Jesús en medio, a razonar, a sacar de la Sabiduría de Dios, los conceptos con los cuales armar propuestas e ideas. Tantas obras sociales e iniciativas se deben a gente que aprendió de él que el Evangelio entra en todos los intersticios de la vida, si no es mentira y olor a chirios.
Ahora anda ahí, viejito, con la memoria hecha un colador, el cuerpo doliente de tantos años y de tantos maltratos, pero la mente metida constantemente en el amor. Hasta desvaría, se cree en otro lugar, casi siempre es otra mariápolis, otro focolar, es decir siempre otros lugares relacionados con su alma. No es que se imagina en un cine o en un bar. Es increible, porque son situaciones en las cuales el incoscientes de la persona puede dejar salir hasta barbaridades, cosas que uno guarda adentro y que con los frenos morales controla. Pero él no, abierto el sótano del inconsciente sólo sale amor, la sonrisa, el sí, Dios, María, Chiara, los demás de su focolar, ni una palabra fuera de lugar, mínimamente mala o solo negativa. Es como si el Eterno Padre hubiera transformado en un niño su alma, la blanqueara y en ella no hubiera más lugar para lo que no es amor. Hacia afuera, es un viejito de 86 años, deshecho, sin memoria, perdido y que no controla más su mismo cuerpo. Hacia adentro, es presencia del amor de Dios, el del mismo Tata, el suyo, y el de muchos que lo quieren y están no más con él, sino en él. Creo que cuando el Eterno Padre querrá recoger esta flor rara, lo hará con tijeras de oro. Este es Vittorio.
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